jueves, 7 de agosto de 2008

Asturias. Capítulo final (pero no el último)

Estoy en Málaga.
Anoche y con un poco de adelanto aterricé en mi tierra, alegréndome de reencontrarme con muchas cosas que conocía pero a la vez echando de menos otras muchas que dejo atrás (y de las que no voy a olvidarme...).
A las tres de la tarde partia el coche de Yule con tres pasajeros dirección Bilbao, en el maletero el "baúl de la Piquer" y en el corazón muchas imágenes, todas buenas.
El camino por Euskal Herria fue rápido, o al menos esa fue mi sensación. Cuando se lleva la cabeza ocupada yas e sabe, el tiempo pasa volando.
Al llegar al aeropuerto volví atrás cinco años, pensando en mi regreso de la Asamblea de Murgía, el sentimiento era parecido, dejaba atrás experiencias y personas.
La maleta estaba tan llena de recuerdos que me toco pagar exceso de equipaje, pero bueno no me costó por que todo lo que llevaba en ella no tenía valor.
Otra zvez a pasar por el arco del triunfo y a quitarme la correa por que el metal pita, vaya tela. Me reconpongo y última mirada atrás para despedirme, temporalmente, de mi gente del norte.

Hasta Madrid todo bien, un poco de dormir en el pasillo (el cuello roto) y cuando me di cuenta aterricé en la capital del reino y a esperar tres horitas.
Me dio tiempo a hablar con Málaga tres o cuatro veces, a leerme un periódico, a pasear y a confundirme de puerta de embarque, menos mal que fue con tiempo y pude llegar sobrado a la puerta M37.
Por el camino una pareja italiana, que ya podrían ser abuelos, por alguna razón creyó que yo entendía el italiano (que es más difícil de lo que parece), y me hablaba a un ritmo endiablado, yo no podía decir más que si a lo que lograba entender. Por lo menos esta familia consiguió llegar al mismo avión que el mio, misión cumplida.

Me acomodo en el asiento 34D, pasillo otra vez...
Pero estuve pendiente, varias filas de asientos estaban libres y en cuanto pude me coloqué junto a la ventana, no podía desperdiciar la vista de Madrid desde el cielo. Esa cantidad de luces que mostraban la vida de una ciudad. Desde el cielo, todo tranquilidad y belleza.
La ilusión de ver Málaga desde el cielo, la superpoblada Costa del Sol y su contaminación lumínica, que durante la noche se convierten en un firmamento bajo mis pies.

La Mancha desierta, en la que sólo podía percibir pequeñas manchitas luminosas, y Andalucía mucho más coloreada.
Málaga, una explosión de luces, de vida nocturna. Con el calor la única solución es vivir de noche, disfrutar de "la fresquita".
Por fin avisa el piloto que vamos a iniciar al aterrizaje y me pego como un niño a la ventanilla, viendo como nos acercamos a tierra y como la vida comienza a reactivarse, hasta que el impacto de las ruedas me despierta de esa ensoñación.
Soy el último del avión, espero sentado hasta que la fila empieza a moverse y salgo.
Con alegría miro a mi alrededor y un montón de fotografías que cuelgan de la pared me dicen donde estoy, Málaga, ciudad del paraiso.
Espero un rato hasta que mi teletubbie sale de la cinta transportadora.
Me dirijo hacia la puerta de salida con la cruz de la victoria junto al corazón. Con Asturias en el corazón.
Estoy en Málaga.



...



Durante el despegue me sorprendí al ver el Sol aún en el horizonte.
Al acercarme al aterizaje sonreí al poder ver la Luna.

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